Llevamos ya varios días en Noruega. Nos encontramos al noroeste de Oslo, recorriendo los parques nacionales de Jotunheimen y Jostedalsbreen. Concretamente nos estamos alojando en el Sognefjellshytta, un hotel de montaña inmerso en pleno Parque Nacional de Jotunheimen, en mitad del camino que debemos recorrer hasta el Parque Nacional de Jostedalsbreen para facilitar el road trip que estamos realizando.
Esta región se encuentra en una cadena montañosa que representa las tierras altas de Noruega, donde se elevan las cimas más elevadas de toda Escandinavia. Estamos rodeados por glaciares, lagos y ríos que se descuelgan por enormes cascadas sobre los densos bosques que hemos recorrido y fotografiado durante los últimos días.
Sin embargo, justo hoy tenemos un día muy lluvioso que nos mantiene “atrapados” en este hotel aislado en mitad del paisaje alpino de alta montaña. Mientras esperamos una ventana de buen tiempo que nos permita salir a caminar cerca de los glaciares, disfrutamos del espacio y del tiempo adecuados para hablar sobre nuestra experiencia aquí.
Noruega atesora una riqueza natural desbordante, acumulando maravillas que se nos aparecen en cada nuevo paso, sin avisar y sin grandes pretensiones, como algo frecuente y rutinario. Esta abundancia de riquezas naturales es el principal orgullo de los noruegos, que viven y protegen el entorno como parte irrenunciable de su identidad.
El turismo aquí es diferente: lento, tranquilo y oculto, principalmente interior de la propia Noruega y los países escandinavos vecinos. Nos cruzamos con muchos viajeros por carretera en sus vehículos cámper, así como también con cicloturistas, senderistas y tiendas de campaña en libertad permitida. Pero sobre todo transitamos por lugares exquisitamente limpios y sin ningún rastro de turismo de masas. Aquí no parecen tener interés alguno en este negocio y su riqueza económica, en cambio, procede de otros sectores estratégicos como servicios y energía, principalmente procedente del petróleo y del gas.
Viajar por aquí es una pasada. El road trip que estamos haciendo desde Oslo, pasando por la región de Jotunheimen hasta el glaciar Nigardsbreen, en el Parque Nacional de Jostedalsbreen, es tan espectacular como inexplicable. No paramos de ver maravillas naturales increíbles, sin anunciar, mientras avanzamos sus carreteras estrechas y simples. Vamos parando en apartaderos con mesas para comer, espacios para la acampada libre e incluso cabinas de madera abiertas para que cualquier persona que lo necesite pueda refugiarse con seguridad. Todo está impecablemente limpio y sin ostentaciones: simple, natural, hecho para viajeros, no para turistas.
En definitiva, se trata de un país espectacular, del que aprender estando incluso “atrapados” en el hotel por la lluvia. Bajo la gran estructura de madera y cristal (diseño escandinavo por excelencia) pasamos el tiempo junto a la ventana reflexionando, leyendo o escribiendo, esperando para salir a recorrer el paisaje que nos desconsuela. Además, la hospitalidad noruega incluye café y té ilimitado para sus huéspedes, así que aquí estamos bien mientras que todos los viajeros están haciendo lo mismo que nosotros.
Esperamos que el tiempo mejore y que finalmente podamos salir a recorrer el paisaje por el sendero que nos llevará hasta los glaciares que llevamos viendo todo el día por la ventana. Casi no hay margen de tiempo, ya que al día siguiente regresamos a Oslo, por lo que desafiaremos a la meteorología y a la Tarjeta Sanitaria Europea si las condiciones no mejoran